Experiencias y opiniones de un maestro de primaria

V.V Súper Profe nos explica de puño y letra su experiencia y opinión sobre lo que se ha encontrado en los últimos años en la educación que impartía y de la que decidió contradecir por el bien de los niños y niñas.

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Antes de nada, debo aclarar que no dudo de la buena intención de los docentes modernos y progresistas. Estoy seguro de que su máxima prioridad es la buena educación de su alumnado. Digo esto porque muchos se sentirán ofendidos, pero creo que es algo que debe decirse, porque se están equivocando y no consiguen verlo. Muchos pensarán que el equivocado soy yo, y que hay que tener mucha cara para decir que son ellos los errados, que me creo conocedor de la verdad absoluta, pero es que yo empecé en esto de la educación igual que ellos, haciendo cosas únicamente divertidas en mis clases, procurando usar las tecnologías todo lo posible, tratando de ser buenista ¿pero saben qué descubrí? Que los alumnos no aprendían, que llegaban a cursos superiores de Educación Primaria sin saber leer, escribir y razonar debidamente para la edad que tenían. Podría haber pensado: “Oye, al menos son felices”. Pero párense a pensar a largo plazo. ¿Serán felices cuando sean mayores y esa ignorancia se haya normalizado en sus vidas hasta el punto de verse obligados a trabajar permanentemente en empleos de baja cualificación y mal pagados? ¿Serán felices cuando descubran el dolor de los palos que se lleva uno simplemente por vivir? Para todos aquellos que luchan cada día por divertir a su alumnado —repito nuevamente que seguramente con toda la buena intención— y por evitarles todo tipo de desagrado, les recuerdo que su trabajo es enseñar, no divertir, y aunque aprender puede ser divertido a veces, le pese a quien le pese es el TRABAJO de los niños, y lo pongo en mayúsculas porque eso es lo que es, un trabajo, el de los discentes.

Pero no me quiero ir por las ramas. Sólo llevo ocho años en esto, por lo que muchos pensarán que soy un pipiolo, pero la verdad es que tengo 35 años, tirando para 36, y he aprendido mucho en mi trabajo. He visto profesores felices e implicados, profesores que aceptan la situación y salen adelante como pueden, profesores que están quemados y profesores que convierten su trabajo en una competición por ver quién es mejor docente. De todos estos profesores voy aprendiendo cositas, y he ido llegando paulatinamente a conclusiones bastante claras sobre lo nefasta que es la situación de la educación en este país.

EXPERIENCIAS

Algo de lo que he aprendido mucho como docente es el empleo de metodologías de cuestionables resultados en el aula. En estos ocho añitos de “pipiolo” he visto a una profesora que tenía a sus alumnos de 2º -y posteriormente de 3º de Primaria— jugando continuamente —su compañera de nivel me comentó que tenía que cerrar la puerta de su aula porque era imposible dar clase con semejante escandalera—; a una profesora cuyas clases de inglés consistían en llegar al aula, poner vídeos de canciones en inglés en YouTube y esperar a que acabara la hora; a un profesor que mantenía a su alumnado continuamente delante de una pantalla porque, según él, ¿para qué escribir en libreta si hoy en día se hace todo a ordenador, con calculadora, Tablet, etc.?; a una profesora que premiaba a su alumnado por pequeños logros dejándoles copiar en los exámenes, elegir lo que iban a hacer en clase, decidir cómo sentarse y/o con quién… Esos niños, posteriormente, llegan a niveles superiores de educación sin saber escribir en libretas de dos rayas —los he visto—, sin saber colocar los números para hacer una simple suma o resta —los he visto—, sin comprender nada de lo que leen —los he visto—, sin ser capaces de redactar diez simples líneas —los he visto—, sin poder concentrarse en nada que no brille limitado en una pantalla —los he visto—, sin querer hacer nada que no les divierta —adivinen, también los he visto—… También he visto a profesores usando una metodología para “enseñar” matemáticas comprada a gurús educativos que la han creado con el único afán de ganar dinero fácil —no, su intención no es que los niños aprendan, se lo digo yo—. Usan esas metodologías con toda la buena intención, pero me llama la atención una conversación que tuve con una profesora. Le dije que no iba a seguir esa metodología a rajatabla porque no me convencía para nada —los contenidos no estaban ordenados de forma lógica, sino que daba pinceladas desordenadas de cada tema (un día se da el perímetro, otro día fracciones, otro día estadística, otro día cálculo, otro día se juega con dados porque sí…)—. Su respuesta fue que ella lo sigue a rajatabla porque así, si ve fallos en la metodología, puede quejarse a sus creadores. ¿Les suena de algo? Sí, se llama experimentar con los alumnos, y yo no pienso hacer eso, primero porque no he firmado para hacerlo, y segundo porque dudo que los padres hayan accedido a ello. Por supuesto, los alumnos que me llegan a cursos superiores habiendo sido “educados” bajo esas metodologías progresistas tienen un nivel bajísimo, y sus padres son conscientes de ello y me agradecen que me salte la metodología que se nos intenta imponer.

Ahora les voy a contar algo sobre una clase que tuve durante dos años, en el primer año que estuve dándoles clase yo aún iba de progresista y moderno: venga a usar pantallas, a ver vídeos sin parar, a jugar todo lo que se pudiese, a hacer trabajitos monos y cuquis, etc. A medida que avanzaba el curso, veía que los niños, que ya venían de por sí con un nivel bajo, no avanzaban. Yo me machacaba a mí mismo pensando que era mal profesor. A algunos los tuve que aprobar aunque consideraba que no era lo mejor para ellos porque, si no, los porcentajes de evaluación negativa jugaban en mi contra. En el segundo año con ellos fue cuando dije: “SE ACABÓ”. Los hice escribir en libretas siguiendo unas pautas, leíamos una hora semanal, seguíamos un libro de texto, hacíamos dictados, se quedaban sin recreo por mal comportamiento, tenían deberes, ellos eran los responsables de copiar las cosas en la agenda… Vamos, que tiré por lo tradicional, eso que muchos consideran antiguo, desfasado, prehistórico, inmoral, sádico, malévolo, perverso, cruel y bla, bla, bla. Bueno, pues adivinen, amantes de lo excesivamente permisivo: LOS NIÑOS ACABARON DÁNDOME LAS GRACIAS. Su nivel subió como la espuma, su comportamiento mejoró, la limpieza de su escritura tenía el visto bueno de Mr. Clean… Y APROBARON TODO… Bueno, todo lo que yo les impartía. Y no, no es que YO los aprobara, es que ellos aprobaron porque les di “caña” y respondieron sin traumas, por mucho que no se lo quieran creer algunos. Los niños y sus padres me dijeron que yo les hacía falta, que necesitaban a alguien que les exigiera. Algunos alumnos me empezaron a comentar que su antigua tutora los trataba como a niños pequeños, que no les hacía trabajar, que apenas aprendían nada con ella… De hecho, y no es por echarme flores, había dos alumnas que deberían haber tenido una adaptación curricular, pero, por causas que no voy a explicar y que implican la negligencia de la orientadora, no les hice. Acabaron aprobando 5º de Primaria —cuando tendrían que haber recibido temario de 3º—, con lo que se les cerró todo lo suspendido anteriormente. ¿Qué conclusión saqué de esta experiencia? Que lo buenista y lo divertidista es perjudicial, y más que suprimir desigualdades, las aumenta.

OPINIONES

Otra cosita en la que me he fijado, también relacionada con la forma de impartir clase, es en lo increíblemente extremista que es la gente, especialmente cuando se trata de ser los más innovadores, de ser los mejores profesores, de actuar como si fueran a llevarse un premio. ¿Dicen las nuevas corrientes que el trabajo en grupo es positivo? A partir de ahora todo será trabajo grupal. ¿Dicen las nuevas corrientes que las nuevas tecnologías son muy motivadoras? Traed colirio a clase, niños, porque no vais a usar nada que no emplee electricidad y una pantalla. ¿Dicen que el Aprendizaje Basado en Proyectos es el futuro? Todos a sacar cartulinas, cartones, goma eva, plástico, cola, etc., que vamos a hacer maquetas, juguetes y demás cosas que impliquen escribir lo menos posible cada semana… La gente no se da cuenta de que las cosas tienen que variar. ¿Se puede hacer UN trabajo en grupo de vez en cuando? Sí. ¿Se puede usar la tecnología alguna vez? Sí. ¿Se puede hacer UN proyecto ocasional? Sí, claro que sí. Sin embargo, no nos engañemos, los niños necesitan de una rutina de esfuerzo diario que implique leer, escribir, comprender, razonar… Y sí, puede que sea aburrida muchas veces, pero es que eso es la vida, pasar por momentos de esfuerzo y los momentos de diversión.

Finalmente, tengo una opinión muy impopular en la actualidad, por la que seguramente algunos me tacharán de inexperto en educación. Se trata de la importancia de la disciplina, esa pobre a la que muchos confunden con el autoritarismo. No es ni medio normal que un alumno escupa, pegue, insulte, enseñe el dedito, le lance algo, le haga burlas… a alguien —sea alumno o profesor— y no reciba un castigo —otra pobre palabra repudiada por los innovadores—. Abran los ojos. Los actos tienen consecuencias. Si un niño toca un cactus y se pincha, ¿vamos a echarle la culpa al cactus? No. La culpa la tiene el niño, y hay que decirle que eso no se hace, y si vuelve a tocar el cactus, no tiramos la planta a la basura, reñimos al niño por volver a tocarlo. Pero claro, hay una corriente actual de buenismo que aboga mucho por los derechos, pero poco por las obligaciones.

En conclusión, todos los que hemos estudiado magisterio sabemos —o, al menos, deberíamos saber— que muchas cosas que ocurran a lo largo de la infancia serán muy relevantes en la vida adulta. ¿Acaso no comprenden algunos que acostumbrarse a una vida dividida entre momentos de esfuerzo y momentos de diversión es importante para no acabar desequilibrados? Un niño que se pasa el día jugando en clase y en casa se convertirá en un adolescente que quiere jugar en clase y en casa, y un adolescente que se pasa el día jugando en clase y en casa se convertirá en un adulto que quiere jugar en el trabajo y en casa. ¿Va a jugar en el trabajo? Lo dudo mucho. Vivir una infancia y una adolescencia con momentos de dedicación y esfuerzo no es negarle la felicidad a una persona, es ponerle un chaleco antibalas que le ayude a aguantar los golpes que le dará la vida. La buena intención de procurar un 100% de felicidad a alguien cada día durante toda su vida es un fracaso asegurado, pues más tarde o más temprano, ese 100% se convertirá en un 15%. La disciplina, el trabajo, el esfuerzo, etc. son el jarabe para curarse de la ignorancia, de las penurias y de la incapacidad para adaptarse a las dificultades naturales de la vida. No duden en dárselo a sus alumnos, queridos compañeros de profesión. De verdad que es mano de santo.

Article escrit per V.V Súper Profe

V.V és un docent de primària a Catalunya

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